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Miguel Ángel Fernández, bombero, nuevo voluntario de Boa Vida: “

Ya a los pocos minutos de hablar por primera vez con Miguel Ángel Fernández, bombero en Santiago de Compostela, salta a la vista que la solidaridad y el voluntariado son esenciales en sus principios vitales. “Es parte de mi filosofía de vida”, explica, “si la vida es generosa conmigo, yo lo soy con ella”, añade, dejando claro que “en el mundo no sólo están mis necesidades, sino también las de las demás personas. Hay que mirar a tu alrededor, a tu entorno, no centrarse tanto en uno mismo. Esta voluntad y disposición me ayuda a sentirme mejor, incide en mi bienestar y en el de los demás”.

En ese sentido, vienen a su relato, humilde, interesante, amplio e intenso, que fluye afable y genera una expectación especial, multitud de campañas e iniciativas en las que lleva participando desde hace años. En todo momento con el ánimo de colaborar: “siempre hay alguien en algún sitio que necesita ayuda, quien se la brinde se va a ayudar a sí mismo y a los demás” asegura, matizando que, “esto no es sólo, como decía, como un principio filosófico, sino también como aprendizaje vital, como manera de perder la perspectiva de la zona de confort”.  “Ver otras gentes, otras situaciones”, añade, “es un instrumento para evitar prejuicios, lograr otra visión del mundo y de la humanidad, te ayuda a asumir que, a pesar de lo que se pueda ver en diferentes partes del planeta o de las indudables situaciones de miseria, te hace ver que, por lo general la humanidad es buena”.

En la conversación menciona, por ejemplo, cómo lleva años vinculado a diferentes asociaciones y colectivos que desarrollan su actividad de apoyo a personas migrantes en toda Europa, principalmente en zonas en conflicto. En los últimos tres años estuvo, entre otros, en varios campamentos de refugiados y refugiadas de los Balcanes, en fronteras de Grecia, Bosnia y Eslovaquia. Áreas de campos “improvisados”, no oficiales, en los que se acumulan, hacinan y malviven miles de personas. Maltratadas, desahuciadas, perseguidas, explotadas… Allí es trascendental la ayuda humanitaria. “El voluntariado me ayuda a poner los pies en la tierra, darme cuenta de que, en esta sociedad en general estamos viviendo en una especie de burbuja y de que, nadie está a salvo, por muy bien que esté en un momento determinado, de caer en desgracia. Todo en esta vida puede cambiar, por eso yo hago lo que me gustaría que, en dicho caso, hicieran por mi”.

Pues bien, Miguel Ángel recala ahora en Boa Vida para ser voluntario para “echar una mano y colaborar en todo lo que pueda”. Su aportación, que también ha sido en forma de donación económica, será muy decisiva, sobre todo en el ámbito de los programas de inclusión social y laboral que la asociación desarrolla en el rural donde, sin duda, la experiencia, conocimiento, y disposición de este ourensano afincado en Pontevedra desde niño son muy, muy bien recibidos.

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